QUE SIGNIFICAN LA SIERRA Y EL RÍO PARA LOS INDÍGENAS?
Crónica de Serankua
Por. Muma Gnecco
Especial del grupo Defensores del Guatapurí
Fundación Defensores del Guatapurí
Cuando Serankua creó la Sierra Nevada se le antojó hacerla como un macizo independiente de los demás, para que se diferenciara y no se confundiera como una continuidad de los otros. De ésta forma resaltó la importancia que para él tenía. Luego decidió decorar su obra por lo que le dio la altura necesaria para que su cumbre fuera cubierta con un blanco puro, inmaculado, limpio y cristalino; en forma de corona que los rayos del sol reflejaran a través de toda la llanura que la rodeaba, para que así fuera admirada por quienes quisieran verla.
Pero el calor de esos mismos rayos solares que la hacen ver imponente derretía su manto de nieve y de hielo que era su corona, por lo que Serankua decidió dirigir esas aguas del deshielo en cursos a los que llamó Ríos y le dio así a la Sierra su Cetro, el cual puede dirigir a su cómo lo desee. Unos ríos serían más anchos que los otros y en eso radicaría la importancia de cada uno de ellos. Faltaba entonces adjudicarle un trono a la Sierra y éste debía ser la tierra que la soportaba, la tierra a donde convergieran esas aguas que representaban la majestuosidad de su obra y la tierra que sería bañada y bendecida con el otro estado físico de la corona. Se asomó desde la cumbre y divisó la planicie a donde dirigiría éstas aguas y decidió llamarla Valle. Pero faltaba ponerle nombre a esos ríos y cada nombre dependería de la altura desde la cual se originaran sus aguas, lo que determinaría su destino y su temperatura. El más importante de todos nacería desde la cumbre, desde lo más alto de la Sierra, por lo que sus aguas serían más frías que las demás, así que a éste Río lo llamó según el vocablo indígena “Gauatapurí”, que significa “Agua Fría”. Ya estaba completa la obra, una reina con su corona, su cetro y su trono y Serankua se dedicó desde entonces solamente a observar desde las alturas, vigilante, expectante y complacido.
Por el hecho de haber nacido desde lo más alto de la corona de la sierra entre todos los ríos, el Guatapurí fue desde entonces llamado también “El Rey del Valle”. Él no nació de una corona de espinas como la que tuvo que soportar Jesús como símbolo de dolor y de sufrimiento, sino de una corona que simboliza la magnífica obra de Serankua y que representa vida, paz, armonía, naturaleza y alegría. Y fue así como el Guatapurí comenzó a coquetearle con la alegría que lo caracteriza a la fauna y a la flora que hay desde lo más alto de la Sierra hasta lo más bajo del Valle, con movimientos sinuosos y altivos se muestra a sus conquistas a través de sus meandros, los cuales a veces intentan hacerle cambiar su rumbo, pero que él astutamente redirige hacia su curso, con una imponencia propia de un Rey va hacia el Valle, cumpliendo así la orden que le diera su padre Serankua.
El Rey llega con fuerza, con ímpetu, lleno de torbellinos y remolinos al valle. Sus aguas son cristalinas, transparentes, limpias como la misma sierra que lo ve deslizarse por ella y como la misma corona que lo provee. Sus aguas son frías como Serankua quiso que fueran y aún a la altura del nivel del mar conservan su temperatura casi inicial, así como también conservan la pureza de la nevada, por eso el agua del río Guatapurí es la mejor agua de toda Colombia. El Guatapurí es el Rey del Valle fue el Rey del Cacique Upar y es el Rey del Valle del Cacique Upar: Valledupar.
A través de su historia se han tejido leyendas que todos los moradores conocen y narran como si las hubieran vivido, como la de Rosario Arciniegas, la niña que un jueves santo, desafiando a su madre y en un acto de desobediencia se fue al río a nadar y por eso se convirtió en sirena. Otros dicen que quienes se bañan en sus aguas jamás abandonan el valle que El Rey baña. Pero sea como fuere, el Río Guatapurí ha sido, es y será el Rey del Valle, musa de inspiración de poetas y juglares de la región, punto de encuentro de amigos de parrandas, de amor y de juegos, centro de recreación y lo más lindo que tenemos los vallenatos para mostrar con gran orgullo.
Todavía algunos nativos se zambullen buscando en los pozos más profundos del Rey a la sirena que más nunca volvió a ser niña y las parrandas se trasladan al río con el deseo de ver o de escuchar en el amanecer el llanto quejumbroso de la sirena, porque sólo se pueden apreciar a estas horas. Muchos compositores del vallenato han confesado que componen sus canciones sentados sobre una roca a la orilla del Guatapurí, así como muchos intérpretes de nuestro folclor sólo logran digitar una bella melodía que acompañe a un hermoso verso contemplando sus aguas, las cuales los inspiran. Por esto también es el Rey, porque hace y pare reyes vallenatos.
Los días domingos, de manera infaltable los “domingueros” arriban con sus ollas para hacer sancochos en sus orillas y a pasar el día en familia y rodeados de amigos. La alegría caracteriza a nuestras gentes, quienes comparten e intercambian con sus vecinos de sancocho los platos para determinar cuál tiene mejor sabor; incluso concursos de sancocho se han organizado, pero siempre a las orillas del Rey, porque cualquier manjar sabe mejor ante su imponente presencia.
Desde el puente de Hurtado se lanzan de cabeza algunos arriesgados vallenatos, confiando en que el rey no les vaya a fallar cuando más lo necesitan. Esto se ha convertido hoy día en un espectáculo público donde los turistas pagan a tan atrevidos personajes para verlos caer desde esa altura sobre las translúcidas aguas del Rey. Un puente colgante atraviesa el pozo de los caballos, punto donde hace muchos años en una creciente, el Rey embravecido arrasó con lo que poseían los potreros circundantes. Entre las rocas está el Pueblito Vallenato representando construcciones típicas de antaño; y el Balneario rodea su orilla, donde puedes sentarte en una cómoda silla o sobre las piedras a disfrutar del sonido de sus aguas, a observar la estatua de Rosario Arciniegas y la vegetación o a dejarte tentar por la invitación del Rey que desea acariciar tu piel con sus húmedas y frías aguas, porque como buen anfitrión que es, anhela que quienes lo visitan se queden a acompañarnos para siempre.
A través de su historia se han tejido leyendas que todos los moradores conocen y narran como si las hubieran vivido, como la de Rosario Arciniegas, la niña que un jueves santo, desafiando a su madre y en un acto de desobediencia se fue al río a nadar y por eso se convirtió en sirena. Otros dicen que quienes se bañan en sus aguas jamás abandonan el valle que El Rey baña. Pero sea como fuere, el Río Guatapurí ha sido, es y será el Rey del Valle, musa de inspiración de poetas y juglares de la región, punto de encuentro de amigos de parrandas, de amor y de juegos, centro de recreación y lo más lindo que tenemos los vallenatos para mostrar con gran orgullo.
Todavía algunos nativos se zambullen buscando en los pozos más profundos del Rey a la sirena que más nunca volvió a ser niña y las parrandas se trasladan al río con el deseo de ver o de escuchar en el amanecer el llanto quejumbroso de la sirena, porque sólo se pueden apreciar a estas horas. Muchos compositores del vallenato han confesado que componen sus canciones sentados sobre una roca a la orilla del Guatapurí, así como muchos intérpretes de nuestro folclor sólo logran digitar una bella melodía que acompañe a un hermoso verso contemplando sus aguas, las cuales los inspiran. Por esto también es el Rey, porque hace y pare reyes vallenatos.
Los días domingos, de manera infaltable los “domingueros” arriban con sus ollas para hacer sancochos en sus orillas y a pasar el día en familia y rodeados de amigos. La alegría caracteriza a nuestras gentes, quienes comparten e intercambian con sus vecinos de sancocho los platos para determinar cuál tiene mejor sabor; incluso concursos de sancocho se han organizado, pero siempre a las orillas del Rey, porque cualquier manjar sabe mejor ante su imponente presencia.
Desde el puente de Hurtado se lanzan de cabeza algunos arriesgados vallenatos, confiando en que el rey no les vaya a fallar cuando más lo necesitan. Esto se ha convertido hoy día en un espectáculo público donde los turistas pagan a tan atrevidos personajes para verlos caer desde esa altura sobre las translúcidas aguas del Rey. Un puente colgante atraviesa el pozo de los caballos, punto donde hace muchos años en una creciente, el Rey embravecido arrasó con lo que poseían los potreros circundantes. Entre las rocas está el Pueblito Vallenato representando construcciones típicas de antaño; y el Balneario rodea su orilla, donde puedes sentarte en una cómoda silla o sobre las piedras a disfrutar del sonido de sus aguas, a observar la estatua de Rosario Arciniegas y la vegetación o a dejarte tentar por la invitación del Rey que desea acariciar tu piel con sus húmedas y frías aguas, porque como buen anfitrión que es, anhela que quienes lo visitan se queden a acompañarnos para siempre.
Si el Guatapurí no bañara nuestras tierras posiblemente no existiera el vallenato, ese mismo folclor que cada mes de abril corona a sus reyes menores, quienes han logrado la habilidad de este arte, la fama y el reconocimiento gracias al verdadero Rey del Valle: el Guatapurí, quien de por sí es el único que de verdad tiene corona porque vino de una corona, la que se le antojó a su mismo creador, el padre de nuestros hermanos mayores Serankua cuando quiso decorar a su esposa recién nacida. Suponemos que la corona que se le impone a nuestros juglares del vallenato sea inspirada en la corona de la Sierra Nevada de Santa Marta, desde donde todavía Serankua nos vigila y nos protege y desde donde da órdenes para que las aguas del deshielo desciendan con fuerza y abundancia por el Guatapurí a alegrarnos los días en nuestro caluroso valle; por eso los vallenatos somos súbditos orgullosos de nuestro Rey del Valle: el Río Guatapurí.
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